Muriel Bloch - Chloé Poizat
Kókinos, 2010
Tras el destino de personajes muy variados encontramos toda gama de sentimientos amorosos que evoca la narradora: una joven nómada que huye de los suyos por culpa de in beso robado, un camellito blanco dispuesto a todo para encontrar a su madre, una joven casada que arriesga la vida en su noche de bodas, dos niños que se quieren a pesar de las prohibiciones...
Un viaje sorprendente, sublimado por las ilustraciones de Choé Poizat con acompañamiento musical de Fred Costa (clarinete, saxofón y teclados) y Guilla Thiam (voz, guitarra y percusión).
Arturo Abad y Gabriel Pacheco
OQO, 2010
Taller de corazones recrea una artesanía maravillosa en la que no se arreglan zapatos, ni paraguas, ni se restauran muebles o se zurcen descosidos pantalones. Matías, el protagonista, repara —con el mismo mimo y cuidado que pone todo artesano— corazones dañados.
Con una estufa de leña calienta corazones helados; con agujas de plata cose corazones rotos; y con unas pinzas de olvido ajusta la hora de corazones que atrasan para que no se entristezcan con los recuerdos del pasado.
Para los “males del corazón” se recurre, convencionalmente, al efecto mitigador del paso del tiempo. Sin embargo, Arturo Abad nos hace soñar —en su primer cuento editado— con la posibilidad de que los daños emocionales puedan tener tan fácil remedio, como un dobladillo descosido o un tacón roto.
El hilo es una imagen recurrente y conductora en la narración visual que realiza complementaria al texto de Arturo Abad y que el ilustrador justifica en el hecho de que “nuestros corazones se tejen del hilo que fecunda, que se ovilla, que es crisálida de flor: esa promesa que es la vida misma”.
“Dicen que nuestro corazón es del tamaño de nuestro puño. Si es así, sea entonces el de los enamorados una mano abierta por la que vuela la vida”, proclama Pacheco. Seguramente este es el motivo de que centre la carga narrativa de las imágenes en los delicados y etéreos protagonistas: Matías y su amada Beatriz, a los que él ve como “dos opuestos que se persiguen infinitamente”. Por ello, en sus ilustraciones es él quien sale al encuentro de ella cada primavera —estación enfatizada por un collage de telas de flores que trepan por los árboles— en el “juego incesante que se enhebra por el hilo del tiempo”.
Igual de presentes están las latas, también con finalidad simbólica: “nada está perdido, siempre podemos comenzar cosas: es como la lata que rueda por el tiempo hasta que retoña una primavera como un tiesto lleno de flores”. Así nace el amor o así lo ven y lo cuentan Gabriel Pacheco y Arturo Abad.
Vos deixe un poema d'este escriptor mexicà:
estas palabras
que tu recuerdo provoca
cuando, en la tarde,
se diluyen tus besos
en mi boca
y tú eres un perfume
que quiero retener
a toda costa.
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