Un trabajo quizás
desconocido: la cocina de la biblioteca
Adelaida Cabo Pavia
Bibliotecaria
Faristol, N.71, pág. 6-7
Cuando
estudias Biblioteconomía y Documentación, la gente te mira extraño. Quizás
ahora no tanto, pero hace unos años... Primero les cuesta pronunciar la
palabra, y cuando dices que una de las salidas es trabajar como bibliotecaria,
te preguntan que si para eso hay una carrera, que si para poner libros en
estanterías se tiene que estudiar, que si leemos mucho… Comentarios que te dan
risa por no llorar.
Mi
trabajo es agradecido en el sentido que mucha gente que llega, muy perdida, a
la biblioteca, tanto si es para hacer una investigación de información como sí
es para buscar un libro, incluso para ayudarlos a hacer que sus hijos e hijas
se inician en la lectura, todo acaba siendo una experiencia de buen grado. Si
el usuario está mucho más interesado, si resulta más difícil, se convertirá en
un reto que te motiva para cambiar de estrategias y para renovarte.
Me enamoré de un libro ilustrado
En mi caso, la
verdadera vocación llegó tarde, incluso después de hacer la diplomatura. Fue
trabajando y conociendo varias bibliotecas que supe que mi trabajo siempre
estaría dedicado a la lectura, a fomentar su hábito. En realidad, vino porque
me enamoré, sí, como suena, me quedé prendada de un libro ilustrado. En aquel
momento pensé que la pasión que yo sentía al leer y contemplar las páginas de
aquel libro lo tenía que transmitir a los demás.
Y aquí estoy,
escribiendo unas palabras sobre mi trabajo diario: el mundo de las bibliotecas,
un mundo a veces desconocido, pero con muchas aventuras dentro de ellas, y no
solamente por los libros que hay. También se puede aprender mucho de los
usuarios, hay que saber escuchar para conocer sus necesidades. Todo el mundo
puede aprender de todo el mundo.
¿A qué sabe la luna? fue aquel
primer álbum que me introdujo en este mundo. Aunque ahora me cuesta decidirme
por uno, ese título continúa presente en mi vida, da nombre a un blog donde
recomiendo libros y otras actividades entorno a la lectura y, por otro lado, es
uno de los cuentos que se puede escuchar en mis sesiones de narración en la
biblioteca o donde sea. No hay que contar siempre dentro del recinto; salir al
jardín o en el parque puede resultar interesante. En estas sesiones veo como
los más pequeños se ilusionan por aquello que les estás contando y quieren
participar contigo, y es esto el que hago: que ellos pongan de su imaginación,
que se sienten parte de la historia.
Los álbumes que
elijo para llegar a ellos tienen que tener historias divertidas, sugerentes,
que les acerquen al libro de una manera dinámica. A veces lo que hago es
contarles el cuento a la vez que les muestro las páginas del libro y después lo
contamos todos juntos con objetos como pueden ser títeres u otros objetos.
Quizás sea una manera como otra de contar, pero creo que compartir la narración
del cuento es enriquecedor para el niño o niña.
Un punto que me
gustaría dejar claro es que no solamente de cuentacuentos vive la animación
lectora en la biblioteca: lecturas compartidas en voz alta, talleres para crear
los personajes de las historias, para crear otros... hay todo un abanico de
posibilidades que hay que ampliar con las nuevas tecnologías, con las cuales
cuento de una manera diferente y puedo llegar mejor a una nueva generación.
A la hora de
recomendar libros a los padres y madres, me planteo lo mismo, aunque ellos
también tienen que buscar sus momentos de lectura, sus momentos para
compartirla, como por ejemplo el de antes de ir a dormir, en que el cuento crea
un vínculo más íntimo entre ellos.
La biblioteca… una casa encantada
Mi recorrido
profesional ha sido diverso, en centros y bibliotecas diferentes, así como las
tareas que he llevado a cabo. En todos estos lugares he aprendido algo que me
ha hecho amar cada vez más mi trabajo: poder recomendar un libro, poder hacer
un cuentacuentos con niños lectores que aprecian la lectura, poder ver una sala
de infantil llena de familias leyendo y compartiendo un momento en la
biblioteca... Son toda una lista de recuerdos que me animan a continuar
trabajando en la difusión de la lectura.
En una biblioteca hay que crear un grupo de personas unido e interesado por su
trabajo –si no, esto se transmite–, y, para conseguir buenos resultados, hay
que unir otros recursos a nuestro proyecto, como son la familia y la escuela.
Todas o casi
todas las actividades que preparo, las hago pensando en uno de estos grupos, y
si lo puedo hacer conjuntamente con ellos, mucho mejor.
Mi tarea ha sido
intensa, cara al público y haciendo investigaciones, pero siempre con el mismo
objetivo: fomentar la lectura. La literatura nos deja, cada día, una gran
cantidad de historias, historias para contar y compartir, para dar a conocer,
entre otros lugares, a la biblioteca.
Como bien la define Gustavo Martín Garzo, una biblioteca
es «una Casa Encantada en la que cualquier cosa puede suceder. Cada libro es
una puerta, un pasadizo que nos comunica con lugares y mundos llenos de
atractivos pero también de peligros. Y leer es como viajar por esos mundos:
disfrutar de sus dones y enfrentarse a la incertidumbre de lo que desconocemos».